Durante 14 años, Israel Keyes recorrió el país, acumulando un número de asesinatos de dos dígitos. Era tan meticuloso a la hora de cubrir sus huellas que las autoridades ni siquiera sabían que había un asesino suelto. Entonces, en el invierno de 2012, una investigación sobre la desaparición de un barista de 18 años de Anchorage (Alaska) puso al descubierto al asesino en serie más aterrador del que nunca se ha oído hablar.
Los investigadores federales se sentaron cara a cara con el asesino confeso veinticinco veces en ocho meses, soportando la última contienda de guerra psicológica para descubrir la verdad sobre sus víctimas.
El FBI calcula que hay entre 35 y 50 asesinos en serie activos en Estados Unidos en un momento dado. Es una estadística escalofriante, pero que se vuelve horriblemente real cuando se le da un nombre con un rostro de verdadera maldad.
La detención de Israel Keyes puso fin a más de una década de asesinatos que lo siguieron por todo Estados Unidos, Canadá e incluso México. Tras su detención, Keyes reveló su naturaleza sádica al FBI, aludiendo a la existencia de al menos siete posibles víctimas y llevando a los investigadores a identificar al menos a otras dos.
Pero todo terminó abruptamente cuando Keyes se suicidó y, desde entonces, los investigadores han tratado de reconstruir los detalles de su inquietante vida y el número de vidas inocentes que ha segado.
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